La Palabra del día 02 de febrero del 2016
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:47 pm
de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones." Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: "Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma." Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.Reflexión. En la fiesta de la Presentación, la Palabra muestra a la Familia de Nazaret fiel a la Ley. Jesús como hombre aprendió de sus padres José y María la obediencia a Dios.
1. Presentación. La Ley pedía que el primogénito sea consagrado a Dios, para conmemorar la liberación de Egipto. Dios libró de la muerte a los primogénitos hebreos, mientras que los egipcios murieron en la última plaga. Por ello todo judío debía consagrar el primogénito al Señor. José y María cumplen éste mandato con su Hijo.
2. Simeón. Éste hombre justo personifica todo el AT. El Espíritu Santo lo conduce con precisión al encuentro con Jesús en el Templo. Aquel momento dará sentido completo a su existencia. Ahora su vida cobra pleno sentido y no hay ya nada que esperar. Dios es fiel a sus promesas. Nos recuerdan al encuentro de Jacob con su hijo José en Egipto.
3. Luz. En su cántico Simeón proclama a Jesús “Luz para iluminar a todas las naciones”. Él es la luz que ilumina a todo ser humano, es la revelación plena del rostro de Dios y del rostro del hombre. Jesús mismo se manifestará posteriormente como Luz, para quien le reciba no camine en tinieblas. El cristiano por su parte tiene que vivir como hijo de la luz.
4. Espada. María tuvo el privilegio de recibir al Hijo de Dios en su seno, de darle a luz, de criarle, de enseñarle todo lo que una madre enseña a su hijo. Pero, a la vez, tendría que cargar su cruz y vivir su calvario. La espada que le atravesó el alma es la pasión de Jesús, pero es también toda traición, abandono, indiferencia de todos los discípulos de su Hijo.
- Presentémonos a Dios como ofrenda, para recibir a quien es luz de las naciones y ser también portadores de su Luz. Ten un feliz día.
Malaquías 3,1-4. Así dice el Señor: Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.
Salmo 23. El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria. ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. R. -¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra. R. ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. R. -¿Quién es ese Rey de la gloria? -El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria. R.
Hebreos 2,14-18. Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaba la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Fiesta de la Presentación del Señor. Aunque 2 de febrero cae fuera de navidad, esta fiesta es parte del relato de navidad. Es una chispa de fuego de navidad, una epifanía del día cuadragésimo. Navidad, epifanía, presentación del Señor son tres paneles de un tríptico litúrgico. Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el s. IV. Se celebraba allí a los 40 días de la fiesta de la epifanía, el 14 de febrero. La peregrina Egeria, que cuenta esto en su famoso diario, añade el comentario de que se celebraba con el mayor gozo, como si fuera la pascua misma. Desde Jerusalén se propagó a otras iglesias de Oriente y Occidente. En el s. VII, si no antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión de las candelas. La Iglesia romana celebraba la fiesta 40 días después de navidad. Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como La fiesta del Encuentro (en griego, Hypapante), nombre significativo y expresivo, que destaca un aspecto de la fiesta: el encuentro del Ungido de Dios con su pueblo. Lucas lo narra en su capítulo 2. Obedeciendo a la ley mosaica, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo 40 días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él. Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el s. X, con el nombre de Purificación de la bienaventurada virgen María. Fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Pero esto no era del todo correcto, ya que la Iglesia celebra en este día un misterio del Señor. En el calendario romano, revisado en 1969, se cambió el nombre por el de La Presentación del Señor. Esta es una indicación de la naturaleza y del objeto de la fiesta. Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los hechos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su madre están ligados, de manera que nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo y de María. La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos chocantes de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo, Israel.
Fray Luis Galindo,O.P.