¿Cómo vivimos la Eucaristía? El Papa Francisco durante la audiencia general
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:27:01 pm
la misericordia de Dios". “La Eucaristía no es un mero recuerdo de algunos dichos y hechos de Jesús. Es obra y don de Cristo que sale a nuestro encuentro y nos alimenta con su Palabra y su vida”, puntualizó el Papa. (Resumen del Papa y saludo en nuestro idioma:
Queridos hermanos y hermanas:.
Nos preguntamos qué relación tiene la Eucaristía con nuestra vida. Hay algunos indicadores concretos que nos ayudan en este sentido.
Si vivimos bien la Eucaristía un indicador es cómo nos relacionamos con los demás. A Jesús le gustaba estar con la gente, compartir sus anhelos, los problemas y preocupaciones. En la Santa Misa nos encontramos con muchas personas, pero ¿las vemos en verdad como hermanos y hermanas? ¿La Eucaristía nos lleva a salir al encuentro de los pobres, de los enfermos, de los marginados, viendo en ellos el rostro de Jesús? ¿O más bien cuando salimos de Misa criticamos a uno, al otro por cómo estaba vestido éste o aquel?
Un segundo indicador es sentirnos perdonados e impulsados a perdonar. Quien celebra la Eucaristía no lo hace porque sea mejor que los demás, todos somos pecadores y si uno no se siente pecador es mejor que no vaya a Misa, porque el primer acto que hacemos en la Misa es decir “Confieso que soy pecador” y pedir el perdón por los pecados. Si no lo siente no va vivir bien la Eucaristía. Un último indicador es la coherencia entre la liturgia y la vida de nuestras comunidades. La Eucaristía no es un mero recuerdo de algunos dichos de Jesús. Es la obra y el don de Cristo presente allí que sale a nuestro encuentro y nos alimenta con su Palabra y con su vida.
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Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los miembros de la Hermandad matriz de Nuestra Señora del Rocío, acompañados por el Obispo de Huelva, así como a los demás grupos provenientes de España, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a vivir la Eucaristía con espíritu de fe y de oración, sabiendo que quien come el Cuerpo de Cristo y bebe su Sangre tendrá la vida eterna. Muchas gracias.
«Cristo – presente en el Sacramento del Amor – nos transforme y nos guíe a salir de nosotros mismos y a no tener miedo de donar, compartir y amar». Fue el deseo del Santo Padre, con su cordial bienvenida a los numerosos peregrinos que participaron en la audiencia general, con el anhelo de que vivan una buena peregrinación y una enriquecedora estancia en Roma.
Añadiendo también su deseo de que «Jesucristo los confirme en la fe y los haga testimonios de su amor y de su misericordia hacia todos», el Papa Bergoglio - en sus saludos a los fieles de otras lenguas - invitó a participar cada domingo en la Eucaristía para encontrar a Cristo, que dona su vida por nosotros.
Después de hacer hincapié en que en la celebración eucarística encontramos la gracia de transformar profundamente nuestra vida y nuestras relaciones con los demás, Francisco alentó asimismo a vivir la Eucaristía con espíritu de fe y de oración, en la certeza de que el Señor cumplirá lo que ha prometido.
A cuantos participan en la Eucaristía dominical, el Santo Padre les reiteró su deseo de que la vivan arraigados y afianzados en la liturgia, sabiendo que «el que come la carne de Jesús alcanza la vida eterna y será resucitado por Él el último día».
Dirigiéndose a una Delegación de la República Checa, con su cordial bienvenida al Cardenal Dominik Duka, a Cardenal Vlk ‘viejo luchador y defensor de la fe’ en esta nación,, a los Obispos de la Conferencia Episcopal en visita ad limina y a los peregrinos checos, el Papa les pidió que lleven su saludo a los sacerdotes, religiosos y religiosas y fieles laicos. Les aseguró sus oraciones y pidió que recen por él. Y bendijo unas coronas para la célebre imagen la Virgen con el Niño, denominada ‘Paladio de la Tierra Bohemia’.
Y, renovando su agradecimiento a los numerosos fieles que acudieron también esta semana para escuchar su catequesis y recibir su bendición, el Santo Padre deseó que este encuentro suscite en cada uno de ellos nuevos propósitos de testimonio cristiano en la familia y en la sociedad. Y como es tradicional, los saludos del Papa terminaron con unas palabras dirigidas a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
Después de recordar que el 14 de febrero se celebra la fiesta de los Santos Cirilo y Metodio, evangelizadores de los pueblos eslavos y patronos de Europa, Francisco deseó que su testimonio ayude a los queridos jóvenes a ser en cada ambiente discípulos misioneros. A los queridos enfermos a ofrecer sus sufrimientos por la conversión de los pecados y a los queridos recién casados a hacer que el Evangelio sea la regla fundamental de su vida familiar.
Traducción completa de la catequesis en italiano del Santo Padre
Los Sacramentos: la Eucaristía
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:
En la última catequesis destaqué como la Eucaristía nos introduce en la comunión real con Jesús y su misterio. Ahora podemos hacernos algunas preguntassobre la relación entre la Eucaristía que celebramos y nuestra vida como iglesia y como cristianos individuales ¿Cómo vivimos nosotros la Eucaristía? ¿Cómo vivimos la Misa, cuando vamos a Misa los domingos? ¿Es sólo un momento de fiesta? ¿Es una tradición bien establecida, que se hace? ¿Es una ocasión para encontrarnos o para sentirnos bien, o es algo más?
Hay señales muy específicas para averiguar cómo vivir esto. Cómo vivimos la Eucaristía. Señales que nos dicen si vivimos la Eucaristía bien, o no la vivimos tan bien... El primer indicador es la manera en que vemos y consideramos a los demás. En la Eucaristía, Cristo siempre actualiza el don de sí mismo que él hizo en la Cruz. Toda su vida es un acto de total compartir, darse por amor; por eso Él amaba estar con sus discípulos y las personas que conocía. Esto significaba para Él compartir sus deseos, sus problemas, le conmovían sus almas y sus vidas. Ahora, cuando nosotros participamos en la Santa Misa, nos encontramos con hombres y mujeres de todo tipo: jóvenes, ancianos, niños; pobres y ricos; originario del lugar y extranjeros; en compañía de familiares o solos... ¿Pero la Eucaristía que celebro, me lleva a sentirlos de verdad a todos, como hermanos y hermanas? ¿Crece en mí la capacidad de alegrarme con los que están alegres y de llorar con los que lloran? ¿Me empuja a ir hacia los pobres, los enfermos, los marginados? ¿Me ayuda a reconocer en ellos el rostro de Jesús?
Todos vamos a misa porque amamos a Jesús y queremos compartir su Pasión y su Resurrección en la Eucaristía ¿Pero amamos, como Jesús quiere que amemos a aquellos hermanos y hermanas necesitados? Por ejemplo, en Roma, en estos días, hemos visto muchos problemas sociales, o por la lluvia que ha causado tantos daños a barrios enteros, o por la falta de trabajo ante esta crisis social en todo el mundo... Me pregunto, todos preguntémonos: "Yo, que voy a misa, ¿cómo vivo esto? ¿Me preocupo de ayudar, de acercarme, de rezar por ellos, que tienen este problema? ¿O soy un poco indiferente? O tal vez me preocupo de chismorrear: "¿Viste cómo iba vestida aquella, como iba vestido aquél?".... A veces se hace esto después de la misa, ¿o no? ¡Se hace! ¡Y esto no se debe hacer! Debemos preocuparnos por nuestros hermanos y hermanas que tienen una necesidad, una enfermedad, un problema. Pensemos – ¡nos hará bien a hacerlo hoy! – en estos hermanos y hermanas que tienen problemas hoy aquí, en Roma, problemas por la lluvia, por esta tragedia de la lluvia, por los problemas sociales del trabajo y pidamos a Jesús, este Jesús que recibimos en la Eucaristía, que nos ayude a ayudarlos.
Un segundo indicador, muy importante, es la gracia de ser perdonados y perdonar. A veces alguien pregunta: "¿Por qué hay que ir a la iglesia, si los que participan regularmente en la Misa son pecadores como los demás?". ¡Cuántas veces hemos oído esto! En realidad, quien celebra la Eucaristía no lo hace porque cree o quiere aparentar más que los demás, sino porque se reconoce siempre con la necesidad de ser aceptado y regenerado por la misericordia de Dios, hecha carne en Jesucristo. ¡Si cada uno de nosotros no se siente con la necesidad de la misericordia de Dios, no se siente un pecador, es mejor que no vaya a misa! Porque vamos a Misa, porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús, participar en su redención, en su perdón. ¡Ese "confieso", que decimos al principio no es algo "formal", es un verdadero acto de penitencia! ¡Yo soy pecador y confieso! Así da inicio la Misa. No debemos olvidar nunca que la Última Cena de Jesús tuvo lugar "la noche en que fue traicionado" (1 Cor 11,23). En el pan y el vino que ofrecemos y en torno al cual nos reunimos se renueva cada vez el don del Cuerpo y la Sangre de Cristo para la remisión de nuestros pecados. Debemos ir a Misa humildemente, como pecadores y el Señor nos reconciliará.
Un último y valioso indicador nos lo ofrece la relación entre la celebración eucarística y la vida de nuestras comunidades cristianas. Debemos tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de lo que Jesús dijo e hizo. No ¡Es propiamente una acción de Cristo! ¡Es Cristo quien los realiza, que está en el altar! Y Cristo es el Señor. Es un don de Cristo, que se hace presente y nos reúne en torno a Él, para alimentarnos con su Palabra y con su vida. Esto significa que la misión y la misma identidad de la Iglesia fluyen a partir de ahí, de la Eucaristía, y allí siempre toman forma. Una celebración puede llegar a ser impecable en términos de apariencia, hermosísima, pero si no nos lleva al encuentro con Jesús, puede que no comporte ningún alimento a nuestro corazón y a nuestra vida. A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia e impregnarla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida: esta coherencia entre liturgia y vida.
El corazón se llena de fe y de esperanza, pensando en las palabras de Jesús recogidas en el Evangelio: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. (6, 54). Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe y de oración, de perdón, de penitencia, de alegría en común, de preocupación por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, con la certeza de que el Señor cumplirá lo que ha prometido: ¡la vida eterna! Así sea.