Creado el Lunes, 16 de Enero del 2017 04:31:23 pm | Modificado el 06/10/2021 01:30:28 pm

P. Rodolfo Luna Umeres OP

El Perú no puede ser una aldea de puños, insultos y descalificaciones. Y cuando eso está por ocurrir o está ocurriendo, hay que repensar nuestras posturas, comportamientos y hasta nuestras palabras. Me refiero a un tema de ética social que está despertando frases afiladas como un cuchillo, tanto del lado de quienes critican, como de los que defienden. Y tiene que ver, aunque no únicamente, con la promulgación del decreto legislativo 1323 que penaliza y sanciona, entre otros temas, la discriminación por identidad de género.

Reconozco que el tema de género no es fácil de abordar, más todavía cuando los niveles de información no son claros entre la ciudadanía, hablamos desde nuestros prejuicios o consideramos nuestra postura como absoluta, es decir, no sometida al diálogo.

En ese  caso es bueno recordar lo que el Concilio Vaticano II, refiriéndose a las tensiones que puedan darse cuando se juzga del mismo asunto de distinta manera y se hallan soluciones divergentes a un mismo problema, exhorta a practicar un diálogo sincero, guardando la mutua caridad y buscando el bien común (G.S. 43).

Todos queremos un país con calidad humana que respete las diferencias, que proteja a sus ciudadanos reconociendo sus derechos, que vele por la formación recta de la conciencia de sus gentes, que cuide de sus niños y de sus instituciones como por ejemplo, la familia. En eso estamos de acuerdo. 

En lo que hay que converger es qué camino nos conviene recorrer para alcanzar la meta. Para ello habrá que despojarnos de toda ideología de defensa o ataque, y aprender el arte de conversar, donde escuchar y decir nuestra postura sin imponer, enriquecen el diálogo.

P. Rodolfo Luna Umeres OP

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